Enfrentarse a los miedos cuando toca emigrar (PARTE I)
Tal parece que todos los que decidimos construir una vida más allá de las fronteras de nuestro país, hemos tenido que lidiar –nos guste o no- con temores similares. Constantemente soy testigo de diferentes enfoques sobre cómo las personas afrontan este proceso y, sin embargo, la mayoría converge en los mismos puntos; Me da miedo tal cosa, o temo que suceda esta otra.
Desde luego, “eso” que tanto nos angustia está vinculado a la incertidumbre por encontrarte en un terreno desconocido, en el que las reglas son distintas a las que estabas acostumbrado y en donde la garantía de éxito no necesariamente obedece a tu imponente currículo, ni mucho menos a que cualquiera te pueda echar una mano cada vez que tengas la soga al cuello. Cuando emigras –solo o acompañado- es normal sentir que hay miles de cosas que dependen del nuevo entorno, es esa la primera creencia limitante que metemos en la maleta; Voy a un lugar en el que será difícil encontrar trabajo porque no me conoce nadie, seguramente tendré que empezar desde abajo, es posible que me denigren por ser extranjero, lejos de mi gente y de mi tierra no poder ser feliz… y así sucesivamente.
Esta percepción del cambio al que te enfrentas, se asocia de manera inevitable a los miedos más frecuentes: ¿Cómo voy a mantenerme?, ¿Quién me garantiza que esta es la decisión correcta?, ¿Qué pasa si tengo que tirar la toalla y devolverme?, ¿Podré soportar estar tan lejos de mi familia?, ¿Qué voy a hacer si el plan no funciona como yo esperaba?, ¿Y si no me dan trabajo en mi área?, ¿Qué hago para sentirme seguro o permanecer optimista?, ¿Me arrepentiré más adelante? y finalmente ¿seré feliz en otro lugar?.
Si logras identificarte con alguna de estas interrogantes ¡Bienvenido al club!, no eres el primero, ni serás el ultimo que se vea aturdido ante tantas preguntas sin respuesta. Todas ellas forman parte de la que podría ser una de las decisiones más importantes de tu vida y por tanto no van a pasar por debajo de la mesa. Aun no conozco a la primera persona que se haya atrevido a dar este paso sin sentir ningún tipo de miedo. El problema no es el temor como tal, sino más bien cuando ese temor te limita hasta el punto de impedirte actuar como realmente quieres, cuando te frustras contigo mismo por no obtener los resultados esperados o cuando te refugias bajo la excusa de que el entorno es quien tiene la culpa de todos tus males. Es ahí cuando el verdadero obstáculo ya no es el miedo, sino tu actitud al hacerle frente.
Así que este artículo no pretende hacer que dejes de sentir miedo a lo desconocido (eso sería una absurda utopía a toda regla), los seres humanos necesitamos el miedo para permanecer atentos y asegurar nuestra supervivencia ante circunstancias inciertas. Hay que aceptarlo como parte de nuestra naturaleza, pero esto no quiere decir que no puedas tomar acción a través de él.
No se puede trabajar los miedos sin antes desmontar esas creencias limitantes que mencionaba anteriormente, cuando toda la culpa se le atribuye al nuevo entorno. La primera de ellas; “Será difícil encontrar trabajo”. Particularmente pienso que no existe tal cosa como algo fácil o difícil, lo que existe es lo habitual y lo poco habitual. Es por eso que al hablar de un proceso migratorio tengo en cuenta que está constituido por una serie de situaciones poco habituales, para las que -desde un primer momento- casi nadie está totalmente acostumbrado y es ese desconocimiento lo que nos lleva a pensar que algo será difícil de conseguir. Por ejemplo; cuando estábamos en nuestro país, no teníamos que preocuparnos por la falta de empleo, bien sabemos que en Venezuela podrán faltar muchas cosas, pero el trabajo no es comúnmente una de ellas. Allí por lo general si te gradúas de arquitecto poco a poco te vas haciendo un hueco hasta ocupar un lugar en alguna firma. Me atrevería a decir que afortunadamente la mayoría logra vivir de su profesión (sin entrar en detalles de si el sueldo está bien o mal), simplemente me refiero a que no es usual encontrarse a un arquitecto sirviendo mesas en un Burger King. Partiendo entonces desde la base en que a casi todos los emigrantes nos ha tocado empezar completamente desde cero te sugiero preguntarte; ¿Crees que realmente es difícil encontrar trabajo fuera de Venezuela?, ¿Qué es lo que hace que dos personas en situaciones similares obtengan resultados diferentes?, ¿Si es tan difícil como es que algunos sí han podido conseguirlo?, ¿Dónde está la verdadera limitante?… No olvides que todo lo que sucede a tu alrededor no es más que una manifestación de tus pensamientos -y esto no lo digo yo- cada vez son más los estudios que demuestran esta teoría. Aun así, al final es evidente que cada uno tiene la absoluta libertad de creer lo que quiere creer y ese debate nunca tendrá un auténtico ganador.
Una vez aclarado este último punto será más sencillo proceder con la segunda de estas creencias; “Me van a tratar mal por ser extranjero”. Vamos a ver ¿en qué manual está escrito esto?, si tomásemos nuestras decisiones basados en que vivimos en un mundo brutalmente afectado por el racismo, ni siquiera saldríamos de viaje. Pienso que cuanto antes asumas que jamás vas a pasar desapercibido en otro país, antes podrás valerte de esta diferencia y utilizarla a tu favor. Esto quiere decir, que nunca vas a evitar que te miren raro o se sorprendan al escucharte el acento, pero siempre tendrás la oportunidad de aprovechar tu “rareza” para hacerte notar y ofrecer al nuevo entorno algo distinto a lo habitual. No se puede negar que en cualquier lugar podrás encontrarte con personas que te desprecien por considerarte un intruso, pero te aseguro que es más probable que consigas quienes te valoren y te ayuden a integrarte sin importarles tu condición. Centrar tu atención hacia este último grupo te ayudara a que ningún comentario hiriente pueda amargarte el día. Ten en cuenta que no vale la pena darle cabeza a la ignorancia ajena.
Esta primera parte concluye con la mayor de nuestras creencias limitantes; “Necesito a mi tierra y sus afectos para ser feliz” Aquí el apego juega el papel más importante. Lamentablemente todos hemos crecido creyendo que necesitamos de algo o de alguien para afirmar nuestra felicidad. La verdad aquí no hay culpables ¿cómo alguien podría enseñarte a extrañar menos a tu familia?, ¿Cuál es la fórmula para dejar de sentir? Tal vez no existe una respuesta exacta, lo que es funcional para mí, podría ser totalmente absurdo para ti y viceversa. Lo que si puedes plantearte es mirar ese apego desde otro enfoque. Este suele ser el tema más frecuente durante mis sesiones de Migracoaching y el que posiblemente sea la mayor piedra de tranca para muchos. Voy a dejarte un fragmento de mi libro que quizás pueda ayudarte a reflexionar sobre esta creencia.
“El desapego no es falta de interés por las cosas, sino la falta de implicación emocional con ellas. No puedes renunciar a tu bienestar solo por no tener algo o a alguien. Invierte tus energías centrándote en lo que de verdad importa, el “aquí y el ahora “. Este presente es lo único que te ofrece una verdadera oportunidad. ¿Qué sentido tiene fijar toda tu atención en algo que ya no está, que ya no existe?
Es natural extrañar desde una sana nostalgia tu tierra, tu gente, tus cosas – nadie puede pedirte que te olvides de ellas- pero es algo absurdo llegar a pensar que te hacen falta todas para sobrevivir. No hay un solo momento en tu vida en el que no tengas cuanto necesitas para ser feliz ¡Aprovéchalo!”
La autora de este artículo es la Coach, especialista en MigraCoaching Patty Cardozo.
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